Un maratón se acaba con la cabeza más que con las piernas.
Se termina y, a no ser que seas de esos a los que me refería en mi texto de agosto, de los que te lo has pasado entrenando para un maratón de otoño, volverás de las vacaciones (que ojalá tengas, eso quiere decir que tienes trabajo) con las pilas cargadas tras haber hecho deportes alternativos a correr; o incluso directamente nada de deporte y vuelvas a casa con sobrepeso y bajo de forma. Si pasa esto último no debes dejar pasar ni un día; y estate preparado para tardar al menos un mes para tener las sensaciones corriendo que tenías antes del período de ocio.
Si todavía no has hecho un maratón (¿un o una? Eterno debate) puede ser el momento de planteártelo. Pero ojo, con calma, mucha calma. El primer maratón ha de ser con el único objetivo de acabarlo. Vale que calcules un tiempo aproximado, pero por favor, sin pecar de optimista. Que 2 y 2 no son 4 y si en un 1/2 maratón ya has hecho una marca más que aceptable como puede ser 1:45 no creas que en el doble vas a hacer 3:30. Piensa en 3:45 si te sale todo bien, pero mejor sal a hacer 4 horas y si lo mejoras te vas para casa doblemente contento.
Lo que digo en el subtítulo lo corroborarán todos los que han acabado los 42,195km. Sobre todo en el estreno. Vas a lo desconocido, llega un momento en el que el depósito parece sin reserva y es tu coco el que te impulsa a seguir adelante. Porque abandonar en el debut puede ser muy frustrantelos primeros días pero hace de efecto boomerang para una mejor preparación de cara al siguiente.
Yo fracasé en mi estreno, pero a diferencia de lo que acabo de escribir, no supuso mucha frustración. Se trataba del primer MAPOMA, allá por 1978 y tenía 13 años, estaba en 8º EGB (2º de la actual ESO). Fue un maratón con casi 10.000 participantes pero con un mínimo porcentaje de expertos ya que hasta entonces sólo afrontaban los 42km los verdaderos atletas. La mayoría de los que nos inscribimos ni siquiera corríamos habitualmente. En mi caso lo hicimos varios de mi colegio animados por el profesor de gimnasia, a quien puede que actualmente metiesen en la cárcel por eso. Si yo tenía 13, mi hermano Fernando 10, sí, sí, 10 añitos, estaba en 5º de EGB. Recuerdo la euforia de la salida con tanta gente ilusionada en El Retiro. Lo siguiente que se me viene a la mente es una hilera de gente andando por la M-30 bajo la lluvia; yo iba con otro chaval y compramos cromos de fútbol en un kiosko y los íbamos abriendo para entretenernos, hasta que optamos por subirnos a un autobús municipal –eran gratis ese día para nosotros– cerca de Puente de Vallecas que nos llevaría hacia casa. De mi hermano en carrera no recuerdo nada; no sé en qué kilómetro tiró la toalla y algún buen ciudadano le trajo a casa; menos mal que el niño recordaba la dirección. Como cambian los tiempos, ahora la edad mínima para inscribirse en un maratón es 18.
Uno de mi clase sí acabó, aunque no recuerdo el tiempo. Era el típico superdotado para cualquier deporte que ya competía en atletismo con el célebre club Canguro. Hace poco en una quedada de antiguos alumnos (de esas que tantos habréis hecho últimamente contactando gracias a las redes sociales) resulta que Juanra estaba gordo y castigado por el tabaco y el alcohol; su única actividad física es pasear al perro. Eso sí, tan fanático del deporte como hace 25 años, pero ahora a través de la tele e internet.
Mi siguiente maratón todavía fue en edad prohibida actual. Con 17, en el 82, y de nuevo como reto con el profesor (otro, yo ya estaba en COU). Mi entrenamiento fue anárquico, en solitario, saliendo de casa a ritmo uniforme por las noches. Viviendo en Chamberí podía llegar hasta el Parque del Oeste o la Ciudad Universitaria. O mi sesión de fondo tipo circuito Bravo Murillo, Francisco Silvela, Avenida del Mediterráneo y La Castellana. Ya con zapatillas y ropa adecuadas, que de eso ya había a diferencia con respecto a 1978. Acabé en un sorprendente 3:08; recuerdo ir con gente con pinta de atleta mucho mayor que yo.
Luego he hecho más maratones, incluyendo los que se hacen al final del Ironman. En todos he acabado fundido, haciendo peor tiempo en la segunda mitad, con esa sensación de dar zancadas pero sin avanzar que llega cuando el castigo muscular impide que los pasos sean amplios. E insatisfecho con la marca ya que siempre me puse el listón muy alto. Por eso os insisto que en el primero vayáis con calma, disfrutando del paso de los kilómetros y mentalizados para el esfuerzo mental que os tocará hacer a partir del 30. Pero va a merecer la pena a cambio de la emoción de la recta final cuando ya ves la meta y la satisfacción del reto cumplido tras cruzarla.
Antonio Alix, multideportista gruñón que en sus ratos libres habla y escribe sobre deportes.
fuente: runners.es
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